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Noche Loca

by - febrero 17, 2022

 

NOCHE LOCA

Ramón despertó parpadeando lento, aturdido. Miró hacia su izquierda, una mujer de brillante melena roja apoyaba la cabeza sobre su brazo. Bostezó intentando recordar cómo había terminado la noche. Giró la cabeza hacia su derecha, un chico joven, bastante más joven que él de cabello rubio rapado, muy atractivo, ocultaba su otro brazo. Intentó levantarse despacio, sacando lentamente las extremidades que abrazaban a aquellos cuerpos desnudos. Casi como si tratara de no despertarlos. Un fuerte dolor de cabeza le recordó la gran ingesta de alcohol de la noche anterior y un nauseabundo olor terminó de despertarlo. ¿Acaso se había meado encima? ¿O eran sus acompañantes?
Sentado en la fría mesa miraba por toda la habitación. «Debería recoger antes de que llegue Mercedes» pensó. 
            Tiró de la sábana blanca que los envolvía a los tres escabulléndose por debajo. «¿Dónde narices está mi ropa?» Su cabeza daba tantas vueltas que apenas podía mantenerse en pie. Buscaba con la mirada, girando la cabeza despacio, no descartaba perder el conocimiento en cualquier momento.
Cuando por fin terminó de girar sobre sí mismo, vio sus pantalones marrones y una camisa en el perchero del fondo de la habitación. Se apresuró a vestirse todo lo rápido que su resaca le permitía.
Divisó en la esquina una papelera cubierta por una bolsa verde que solo contenía algún papel arrugado, la sacó con cuidado y la utilizó para recoger los restos de la noche anterior. «Cómo Mercedes llegue antes de tiempo… tenía que haberme puesto un despertador» Sonrió pensando en que la noche se le había dado demasiado bien como para que se le ocurriese poner alarma alguna.
            Recogió las botellas que había por el suelo, vacío el cenicero, tiró el bote de nata montada y el de chocolate líquido, los preservativos aparentemente usados, por fortuna. Abrió la ventana para que aquello se ventilara, no mucho, si no Mercedes lo notaría. Al lado del rubio, había un consolador pequeño, morado, ese lo guardó en un bolsillo ya lo lavaría cuando llegara a casa, después de su jornada laboral. Fue hasta el fregadero y se lavó la cara, se echó un poco de agua por la nuca, que no le alivió tanto como esperaba.
            Un par de gárgaras después se dio por listo. Se puso su bata, colocó la etiqueta correspondiente en el pie de sus acompañantes, pasó los cuerpos de la mesa a las camillas y los llevó a sus cubículos correspondientes. Mercedes entró justo después, cuando cerraba la metálica puerta del congelador de la pelirroja:
—No me digas que te has vuelto a pasar toda la noche trabajando. 
Ramón asintió en silencio aguantando un reflujo con sabor a whiskey
»Deberías descansar más, tienes un aspecto horrible—le dijo.
—Ya sabes lo que dicen querida: la única forma de hacer un gran trabajo es… amar lo que haces.

 


Balta M.R


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4 comments

  1. Mi querido y estimado Balta,nadie sabemos que oscuros pensamientos se ocultan en el fondo de la mente de las personas que nos rodean,aunque no podemos ni debemos eregirnos como jueces de determinadas conductas,a nadie con un minimo de señorio y de dignidad optaria por beber whisky en una noche loca, permítame recomendarle a Ramón una Bombay Sapphire, con un poco de tónica.
    Atentamente suyo:
    Vizconde de Valmont
    PD: Espero ansioso su próximo relato

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  2. Muy interesante el relato, es en la intimidad y confianza cuando realmente se muestra la forma de ser de una persona y Ramón lo único que hace es seguir a rajatabla la máxima de amar lo que haces...

    Enhorabuena Balta M.R

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Siempre he pensado que quien ama su trabajo o no está cuerdo o no es un trabajo. El relato lo confirma. Excelente! andaré con cuidado a quien me invite a la próxima fiesta

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