­

PRUEBA 3025

by - marzo 17, 2022

 PRUEBA 3025


El paciente se retuerce, parece que está sufriendo. Grita, intenta arañarnos y se mueve sin parar. Está completamente descontrolado. No llega a articular palabra alguna, pero los sonidos de sus alaridos se asemejan a la palabra «para».
La doctora García pulsó el botón de pause de la grabadora para reflexionar sobre la situación. Observaba a su compañero de profesión Matías, quien se movía con cautela alrededor del paciente. Algo en su interior le decía que aquello no era correcto, que el que estaba tumbado y atado sobre la camilla no lo estaba pasando bien.
Veía el dolor en sus ojos y se contuvo hasta que no aguanto más:
—¡Para! ¡Le estás haciendo daño!
—Este es el procedimiento doctora, lo conoce bien. 
—¡He dicho que pares! ¿No ves que sufre?
—No me digas que después de todo, este malnacido le da pena.
—Lo que te digo es que yo no me olvido de mi código ético.
—¡Por favor doctora, haga su labor! Siga documentando y déjeme trabajar tranquilo.

Poco convencida continuó observando y narrando la situación. García confiaba plenamente en Matías, pero no siempre estaba de acuerdo con sus métodos.
Los chillidos del paciente no cesan. El doctor Matías procede ahora a pincharle 25 miligramos de la sustancia experimental que incluye la modificación número 3025. Clava la aguja con dificultad para inyectar en el cuerpo los veinticin… treinta y d .. cincuenta… ¡Por favor para!, ¡lo vas a matar!

García tiró la grabadora sobre la mesa y se abalanzó sobre su compañero por la espalda. La aguja continuaba clavada en el cuerpo del paciente mientras los doctores forcejeaban. Matías trataba de llegar hasta él con García subida en su chepa, rodeándole con las piernas y aprisionándole la garganta. 
Por el camino, varios utensilios cayeron al suelo. Dando vueltas y luchando entre ellos, Matías se giró con fuerza contra la pared, provocando que la doctora cayera al suelo.
Esta, aún con fuerzas, le agarró por las piernas haciendo que cayera de bruces, Matías se llevó las manos a la cara notando un incesante calor alrededor de la boca: estaba cubierto de sangre, debía haberse roto la nariz. 
Como pudo, avanzó arrastrándose por el suelo mientras pataleaba para librarse de García. Se consiguió incorporar y apretando con el pulgar terminó de inyectar el líquido en el cuerpo del paciente. 
—¡Noooo! ¿Qué has hecho? —García se lamentaba entre sollozos tumbada en el suelo.
Ambos miraban el monitor de latidos sin esperanzas de ver alteraciones en el electrocardiograma.
—¿Por qué te importa tanto? Hemos hecho estas mismas pruebas con otros 3024. ¡Estoy harto ya!
García se sentó llevándose las manos a la cabeza.
—Estaba tan convencida de que esta vez las medidas eran las justas que escogí a mi marido para la prueba. ¡Y tú no has respetado las medidas!
—¿El que está aquí tumbado es tu marido?
García balbuceó algo y asintió afligida.
En un arrebato se levantó en busca de la grabadora, se puso delante de la camilla y comenzó a hablar entre sollozos:
¡Lo ha matado! ¡El doctor Matías lo ha matado! —lamentaba a gritos. 
Matías la miraba sorprendido:
 —¿Le has mantenido encerrado durante todos estos años?
—Esto ya no tiene ningún sentido —susurró García.


La doctora sacó una pistola del cajón del escritorio y posteriormente se suicidó. Fue una lástima que no esperara unos minutos para ver cómo el cuerpo devolvía variaciones en el electrocardiograma, para ver cómo gracias a la irracional prueba que había hecho Matías inyectando una dosis mucho más grande, habían descubierto, por fin, la vacuna para los zombies.


Balta M.R



¡¡Comenta lo que quieras, y recuerda seguirme en Instagram!!
@laquintaloba

You May Also Like

1 comments

  1. Mi querido y estimado Balta:Inquietante e inusual relato,aunque reconozc que siempre me cayeron simpaticos los zombies.
    PD: Como siempre espero impaciente su próximo relato
    Afectuosamente suyo,
    Vizconde de Valmont

    ResponderEliminar