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La niña del segundo A

by - marzo 03, 2022

LA NIÑA DEL SEGUNDO A

Por fin ha llegado el sábado, son las doce y media de la mañana y solo quedan unos minutos para que Clarita vuelva de comprar el pan, para que aparezca dando sus característicos saltitos haciendo rebotar los pompones de sus botas rosas. Sueño con esas botas desde el día en que comencé mi plan. Después de un mes observando desde la ventana he interiorizado cada movimiento que hace. El ondeo del lazo de su coleta, el descosido de sus guantes de colores y su bonita sonrisa a la que cada semana le falta algún diente diferente. 
— Quizás esta noche venga el ratoncito Pérez —me dice cada vez que la veo.
A mis cincuenta y dos años no recuerdo haber visto jamás a una niña tan dulce y bonita. Acaba de llegar a la calle, la veo si aparto ligeramente las cortinas. Busco rápido las llaves para bajar y alcanzarla en el portal, necesito hacerlo de forma rápida, sin que los vecinos de enfrente, sus padres, nos oigan. 
Cierro sigilosamente la puerta de mi piso rezando para mí porque la niña no diga nada «que no grite por favor, que no se asuste».
Bajo rápido las escaleras y veo que ya ha entrado al portal, llego justo antes de que la pesada puerta de hierro haga ruido alguno. Ayudo a cerrarla sigilosamente, con mis manos sudadas y el corazón en la garganta. 
— Buenos días, Ricardo —dice Clarita.
La dulce clarita. 
La cojo del brazo y le pido que venga conmigo al cuarto de contadores. 
— ¿Confías en mí? —Le pregunto tembloroso.
Tanto tiempo esperando y por fin estaba aquí, conmigo.
La niña asiente despacio, se ha puesto muy seria, no descarto que en cualquier momento se ponga a gritar. 
—Clara necesito que no cuentes nada a nadie de lo que va a pasar aquí, ¿de acuerdo? Ni siquiera a tus papás.
Los grandes ojos de Clarita me observan con atención
— Remángate el vestido —le pido. 
Sus ojos se inundan de lágrimas, pero no emite sonido alguno. 
—Clara remángate el vestido no tenemos tiempo. 
Despacio, con miedo, Clarita me deja ver su piel y me confirma mis peores sospechas. 
Ahora el que llora soy yo, mientras me agacho y la abrazo, siento su fragilidad, su miedo, aun sabiendo lo que ocurre me impacta ver su piel magullada y morada. Demasiadas heridas para tan pocos años.
—La policía está apunto de entrar en casa de tus padres pequeña, lo hará unos minutos después de que llegues tú. Puedes estar tranquila, ya se ha acabado todo.
 «Te prometo que esos hijos de puta jamás te volverán a poner una mano encima»

Balta M.R



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1 comments

  1. Mi querido y estimado Balta,he de reconocer que esta vez ha logrado conmoverme,y no recuerdo la última vez que ocurrió semejante hecho, mi mas sincera enhorabuena
    PD: Espero ansioso su próximo relato, pero esto es algo que usted ya sabe
    Afectuosamente suyo,
    Vizconde de Valmont

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